Fernando Gaviria, un marciano en Colombia

Fernando Gaviria, en una imagen de su cuenta de Twitter.
Fernando Gaviria, en una imagen de su cuenta de Twitter.
FERNANDO GAVIRIA EN TWITTER
Fernando Gaviria, en una imagen de su cuenta de Twitter.

Cuando el pasado octubre celebramos la victoria de Esteban Chaves en el Giro de Lombardía como una conquista simbólica del ciclismo colombiano, no exageramos ni un poco. Nunca antes un ciclista de Colombia había ganado uno de los Cinco Monumentos del calendario internacional, coto privado (o casi) de los mejores corredores europeos, los del rancio abolengo. Si el próximo sábado avanzamos la frontera de aquella conquista tampoco estaremos exagerando. Fernando Gaviria es uno de los favoritos para ganar la Milán-San Remo, la Classicissima, la carrera que inaugura desde 1907 la primavera de las bicicletas.

Estamos hablando de algo muy grande. De que un país como Colombia acceda al último territorio que tenía vedado: los sprints, lo que en aquella tierra llaman las "llegadas al embalaje". Desde que el Colombia Pilas Varta debutó en el Tour de 1983, el ciclismo cafetero ha seguido una evolución que sólo fue interrumpida cuando la EPO anuló la ventaja natural de los nacidos en altitud. La determinación internacional contra el dopaje (nunca suficiente) devolvió a los colombianos a su lugar y aceleró el proceso de maduración. Nairo ganó el primer Giro colombiano en 2014 (seguido de Rigoberto Urán) y en 2016 Chaves hizo historia en Lombardía. Ahora es el turno de Fernando Gaviria, 22 años y el mundo por delante.

Lo primero que conviene destacar es que no se trata de una corazonada. El Misil Gaviria viene de superar en un sprint de la Tirreno a Peter Sagan, doble campeón del mundo y Mozart del ciclismo actual. En lo que va de temporada, y va muy poco, también ha ganado etapas en la Vuelta a San Juan y El Algarve. Pero no sólo llega con el golpe de pedal adecuado.

También cuenta con la experiencia necesaria. Hace un año, en su estreno en la Milán-San Remo, una caída le descabalgó en la última recta cuando se codeaba con los favoritos. Le pudo el ansia y el deseo de marcar a Sagan: su rueda delantera hizo el afilador contra la trasera del eslovaco. Sin embargo, el primer examen estaba aprobado: el chico tenía fondo para disputar un sprint después de 290 kilómetros. No tardó en confirmarlo. Su victoria en la París-Tours (252 km) le transformó de promesa a realidad, de velocista exótico a sprinter amenazante.

En el fondo, lo único que sorprende de Gaviria es el origen. Como juvenil ganó dos oros en el Mundial de pista de Nueva Zelanda 2012, en americana (junto a Jordan Parra) y ómnium, su prueba favorita, el decatlón de los velódromos, una perfecta combinación de velocidad y resistencia.

Como en tantas ocasiones, de casta le vino al galgo. José Hernando Gaviria, su padre, fue un modesto ciclista en los años 80 que llegó a correr el Clásico RCN. La bicicleta azul que regaló a su hija mayor no pudo ser mejor aprovechada. Juliana participó en los Juegos Olímpicos de Londres y Fernando ha acumulado medallas de las que se colocan en vitrinas; ahora comenzará con las que se ubican en la historia.

Quizá el sábado digamos que el ciclismo colombiano ha atravesado la última frontera. Quién sabe. Tal vez Nairo nos corrija en el próximo Tour de Francia. Cuando se acaban las montañas sólo queda subir a la luna.

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